Proceso de restauración
Factores a considerar.
Ya hemos visto el aspecto que presentaba el castillo de Ampudia en el momento en que su adquisición por parte de Eugenio Fontaneda va a suponer un giro radical en la trayectoria de un edificio abocado a la ruina absoluta. Lo que hace que este ejemplo de restauración tenga un interés especial para el conocimiento histórico de la recuperación de edificios de nuestro patrimonio es el conjunto de características tan singulares que esta obra aúna. Desde la perspectiva actual donde la rehabilitación de edificios históricos se aborda con fondos generalmente públicos (o contando con aportaciones importantes de esta sector ), y se ejecuta por parte de empresas especializadas contando con importantes presupuestos, así como con el concurso de destacados profesionales y especialistas, puede resultar difícil explicarse cómo un particular pudo enfrentarse en solitario a la empresa de “salvar”, como él mismo lo definió, un castillo.
Al abordar una restauración de estas características el primer obstáculo al que se enfrenta un propietario privado es el de la necesaria limitación de los recursos económicos con los que se cuenta, sujetos exclusivamente a los ingresos personales puesto que no cabía esperar en la España de la época ninguna ayuda adicional. Otro tipo de limitaciones son las de tipo técnico, pues hay que pensar que las posibilidades existentes en este terreno, especialmente en el ámbito rural, distaban mucho de las que conocemos ahora. La maquinaria, los materiales y los conocimientos que son de común aplicación actualmente no podían ni imaginarse en los primeros años sesenta de un país en un todavía muy incipiente desarrollo. Sin embargo, hay otros factores derivados asimismo del momento concreto que incidieron de forma muy positiva y que podrían hacer pensar que este tipo de iniciativas particulares serian hoy inviables. Entre estos cabe mencionar los costes de mano de obra y de materiales que no eran equivalentes a los actuales y permitían quizás trabajar con otra perspectiva. En este sentido cabe decir que la restauración del castillo se llevó a cabo siguiendo usos constructivos de corte medieval. El trabajo era efectuado por cuadrillas de trabajadores del propio pueblo que se formaban en los períodos en los que no eran requeridos por las faenas agrícolas y que se agrupaban en torno a un maestro cantero que a la vez que los instruía actuaba como capataz y jefe de obra. (Sirva lo dicho como reconocimiento a la labor del aún recordado “señor Juan”, como comúnmente se conocía al maestro de cantería D. Juan Domínguez).
Otra diferencia frente a la manera en que hoy se enfrentan estas obras es que actualmente la restauración es originada y condicionada por la definición del uso al que se va a destinar el monumento. Esta limitación, que es sin duda necesario para que muchos edificios históricos sean recuperados, va a suponer para el inmueble implicado el pago inevitable de un peaje, mayor o menor, en forma de pérdida de carácter, autenticidad o representatividad histórica. Este factor de carácter negativo de la restauración monumental, solo es eludible si, como en el caso que nos ocupa, la finalidad que la motiva no es otra que la de devolver al edificio su esplendor histórico. Lo dicho no significa que el Castillo de Ampudia no haya recibido posteriormente función alguna, pues sí ha sido destinado a vivienda y espacio expositivo, pero estas ocupaciones, necesarias para la aplicación de un mantenimiento continuo del monumento, se han sometido a los dictados del edificio y no al revés.
Criterios de intervención.
Eugenio Fontaneda fue persona de gran interés hacia el conocimiento de la historia y un excelente intérprete de sus vestigios materiales, destacado coleccionista de arte y antigüedades el contacto con las piezas le llevó a acumular una basta cultura artística. Son estos conocimientos los que aplicó en la restauración del Castillo de Ampudia para lo cual procedió a un estudio sistemático del edificio a fin de obtener la mejor comprensión del mismo.
El criterio rector aplicado fue de mínima intervención, tratando de no inventar nada y para ello se limitó a seguir los dictados de la propia fortaleza. También fue importante un buen conocimiento de otros edificios similares de la zona.
En aquellas partes en las que hubo que añadir materiales nuevos se buscó que estos fuesen fácilmente identificables sin tratar de ocultarlos pero buscando que su presencia fuese discreta y no implicase conflictos de índole estética. Este es el caso de la abundante piedra de sillería que fue necesario incorporar para devolver al patio de armas su bella traza original o la que debió incorporarse en alguno de los cubos de la barrera para recomponer sus almenas y devolverles su carácter militar.
Algunas de las obras efectuadas.
Mencionaremos a continuación algunas de las principales obras efectuadas sobre el castillo durante la etapa principal de su restauración que se prolongó durante más de diez años:
-Como paso previo fue necesario proceder a la adquisición de aquellas bodegas que amenazaban la estabilidad del monumento, procediendo a su hundimiento o cegado con hormigón. Posteriormente se allanó el terreno frontero del castillo para dignificar y ajardinar el entorno.
-Consolidación de los muros de piedra afectados por pérdidas de materiales o grietas. En estas labores se recurrió al mortero tradicional frente al cemento. La intervención en este sentido fue poco importante pues los muros principales se habían conservado en buen estado, reponiéndose eso sí las almenas por cuestiones de estética.
-La restauración de las tres crujías de las que consta el palacio que el castillo alberga en su interior fue la parte más laboriosa. Las dos alturas que originalmente presentaba en dos de sus lados más la tercera de la que consta el ala norte debían ser reconstruidas recuperando los forjados en sus posiciones primitivas para lo cual se procedió a colocar las vigas en los mechinales originales. De la magnitud de la obra baste decir que fueron necesarias más de ochocientas vigas de madera (pino tea) y que la gran mayoría tienen el valor añadido de ser antiguas pues procedían de derribos.(El caos urbanístico que en la época asolaba ciudades como Valladolid fue lamentablemente propicio para contar con abundante material de época en esta empresa.)
Con el fin de ayudar a la vieja fábrica a soportar las cargas derivadas de la reposición de suelos y cubiertas, esta fue reforzada con viguetas y tirantes de hormigón procurando que estas quedasen ocultas posteriormente al colocarlas a mayor altura que los forjados. Las cubiertas tienden hacia el interior y en ellas se empleó la tradicional teja vieja.
-En cuanto a la Torre del Homenaje el único problema estructural reseñable era el importante deterioro que presentaba uno de los nervios de la bóveda del cuerpo superior que debió de ser asistido con el empleo de hormigón siendo la clave sustituida por una pieza del mismo material.(En estas tareas técnicamente más complejas se hizo necesario recurrir a asesoría especializada por parte de destacados especialistas)
-Respecto a los acabados se buscó que su aspecto fuese acorde con el carácter que se quería imprimir al edificio. Los suelos se cubrieron con solera de ladrillo y baldosa de barro cocido recreando en algunos lugares los pavimentos de yeso teñido de almazarrón que se extendieron en estos edificios en el siglo XV. En los lugares donde se levantaron paredes de ladrillo en lugar de las que en su día fueron de tapial, se ha conservado el aspecto de este mediante la aplicación de un entrullado de barro y paja.
-Las instalaciones de fontanería y eléctrica se colocaron de forma oculta y nunca se autorizó a efectuar perforación alguna en la piedra debiéndose aprovechar las hiendas para pasar los cables
Una vez concluida la restauración, Eugenio Fontaneda instaló en el castillo su colección de arte y antigüedades contribuyendo así a dotar al edificio objeto de su pasión de un contenido a la altura de su categoría. Sin embargo, no abandonaría la responsabilidad adquirida consagrando el resto de su vida a mejorar y enriquecer el castillo, tarea en la que se implicó hasta su desaparición en 1991. Hoy podemos congratularnos de que su viuda doña María Teresa Berthet y sus cinco hijos hayan asumido el reto de continuar esta labor con iguales exigencias de responsabilidad y respeto. Señalar asimismo que en las labores de conservación preventiva y mantenimiento del edificio, básicas para garantizar el éxito en el tiempo de la restauración, es necesario destacar la importancia del trabajo desempeñado por Joaquín Rodríguez de la Hera y María José Tadeo, así como del actual encargado del castillo, Francisco Hernández.